Perdón, copia y pega. Es que con toda la batería de impuestos que se nos viene encima ya mismo la expresión «copia y pega», comúnmente usada en internet, podría cambiar su adopción a «copia y paga». Pues sí, todo hace indicar que en breve el mundo digital sufrirá un cambio de tendencia, consecuencia de las necesidades de recaudación que padecen todos los países. Y es que no siempre la concordia y armonía juegan a gusto de todos. ¡San Francisco de Asís, ésta no es tu época!
Se dice que «traducir es traicionar». Al adoptar al lenguaje propio una expresión foránea se pierden matices y expresividad. En nuestro quehacer diario, la expresión «copia y pega» se ha hecho absolutamente popular, siendo una acción frecuente en el desarrollo de nuestros cotidianos trabajos de índole administrativa y profesional. Recurrimos con frecuencia al uso de esta herramienta informática, en origen americano copy and paste. Nosotros, con nuestro particular arte, ya sabemos cómo traducirlo. El inglés paste lo cambiamos por el español pasta. Y es que, para entendernos, el contribuyente se llama ahora Internet. Pero, la pregunta es la siguiente: ¿sobre quién recaerán finalmente estos impuestos?
En vez de bajar impuestos para reactivar el consumo e inyectar liquidez, se suben
Los planes fiscales de los países de la Unión Europea, con la belga Ursula von der Leyen a la cabeza, contemplan un gran estímulo a la recaudación a través de un conjunto de medidas impositivas (ex nihilo). Una amalgama de impuestos que afectarán, sin lugar a duda, a la actividad empresarial. Mientras tanto, ¿ha pensado alguien en bajar los impuestos para inyectar liquidez en los mercados y reactivar demanda y consumo? Parece que esto no toca ahora.
Algunos de los sectores afectados por las novedades impositivas serán el sector de la aviación o el marítimo. Además, también surgirá la anunciada imposición al carbono. Más original será el impuesto a las grandes compañías por el mero hecho de obtener «enormes» beneficios en el mercado único de la Unión Europea. Pero es que, a quien Dios no le da hijos, el Diablo le da sobrinos. Bienvenidos a la tasa digital. La comúnmente denominada tasa Google busca piso, ad litteram. La deliberación mundial y el freno del presidente Trump para que el mundo no grave a sus tecnológicas no ha sido suficientemente eficaz. Amazon, Google y compañía finalmente pasarán por caja. Ellas y también nosotros, porque todo apunta a que será el consumidor final el que pague dicho impuesto. En este sentido, algunos estudios predicen un porcentaje muy elevado de repercusión de la tasa digital en el usuario final. Y en el fondo es normal. Las empresas están cansadas de que cuando triunfan, la corona de laurel se transforme en una carta de pago. Ahora no le llamo impuesto, le llamo tasa. Y esa no la pienso pagar «yo». Que te crees tú eso, Copia y paga.
Será el usuario final el que finalmente cargue con el impuesto europeo a las tecnológicas
La necesidad de mantener (o aumentar, como en las circunstancias actuales) el nivel recaudatorio es notoria. Es indudable que la globalización presenta beneficios de índole social y económica, pero dicha globalización unida a la deslocalización de productos y servicios provoca que los Gobiernos busquen fórmulas rápidas, efectivas y de fácil y rápida implantación para sostener las finanzas públicas. En este contexto, la tentación es fuerte y el recurso tributario gana adeptos con facilidad en las políticas cortoplacistas. Copia y paga.
Cuando hablamos de rascarse el bolsillo, la impopularidad de cualquier medida recaudatoria provoca un rechazo inicial que, con frecuencia, acaba siendo aceptado con mayor o menor resignación. Al españolito de a pie, de hace tan sólo una década, le parecía de otra galaxia el que se tuviera que pagar por visionar contenidos televisivos. En la actualidad, las cuotas del abono a La Liga o el recibo mensual de Netflix se han convertido en cargos y domiciliaciones normales en las sufridas cuentas corrientes de las economías domésticas.
Las sociedades modernas tienden a ser muy sofisticadas en el cobro de ciertos tributos, especialmente las tasas. En España, las tasas vienen reguladas en el artículo 2.a) de la Ley General Tributaria y tienen una ley propia, la Ley 8/1989, de 13 de abril, de Tasas y Precios Públicos. La tasa es el tributo que se impone al «disfrute» de ciertos servicios o al ejercicio de ciertas actividades. Estamos por tanto suficientemente acostumbrados al pago de tasas. Somos muy «disfrutones». Pero la pregunta es: ¿estamos dispuestos a que nos repercutan las tasas de otros? Todo apunta a que no. Lío a la vista.
A pesar de que se popularicen conceptos como el FairTax o «búsqueda del impuesto justo» (palabras bastante antagónicas entre sí considerando la dificultad de que las cargas sean equitativas), la realidad es que los sistemas impositivos son voraces y los presupuestos requieren, como en la famosa película, «más madera». En palabras del sufrido ciudadano, «llegará el día que nos cobren hasta por respirar», que no deja de ser una exageración, pero que encierra un elocuente mensaje, el pago de muchos se convierte en un gran cobro.
Y esa es la pega, que viene la paga (digital).
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