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Resiliencia de la actividad auditora

Ciertamente, no corren buenos tiempos, la magnitud de la pandemia ha puesto en jaque a toda nuestra estructura productiva y nos muestra con toda crueldad lo vulnerables que somos y el colapso de toda una industria o economía agravado por la incertidumbre que nos sitúa ante un desafío sin precedentes, pero hay que mantener el entusiasmo, resistir y buscar oportunidades.
El tema tendencia en la actualidad es el término “resiliencia” entendida como la capacidad de reponerse a una situación adversa con éxito, que aplicada al ámbito de la empresa es la denominada “resiliencia organizacional”. De alguna manera, en nuestra actividad auditora hemos estado evaluando la resiliencia organizacional, la gestión de riesgos, la adopción de medidas y procesos para contrarrestar los impactos ocasionados por el Covid-19.
¿Pero podemos considerar que nuestra actividad auditora es resiliente? Las restricciones de la pandemia nos han puesto a prueba y se abre un nuevo escenario con impactos también significativos en el desarrollo de nuestros encargos de trabajo, por lo que se hace más que necesaria una cultura corporativa fuerte para gestionar también nuestros riesgos, y determinar como nos enfrentamos a esta nueva situación y tomar las medidas organizativas para minimizar los efectos de la pandemia en nuestra profesión, favoreciendo en la medida de lo posible el teletrabajo y optimizando nuestras herramientas digitales.
Recién emitidos nuestros últimos informes de auditoría correspondientes al ejercicio 2019, como consecuencia de los nuevos plazos de emisión de informes a tenor de toda una extensa regulación normativa durante el periodo del estado de alarma, hemos alertado del impacto de la pandemia incluyendo párrafos de énfasis sobre hechos posteriores, hemos aprendido a manejar la gestión de riesgos, su impacto en los estados financieros y su mitigación, ante una nueva realidad en temas relacionados con la gestión continuada, la empresa en funcionamiento, las estimaciones contables, etc. y ya nos encontramos a las puertas de los trabajos preliminares del ejercicio 2020, cuando hemos evaluado uno, dos e incluso tres trimestres de 2020.
Es como si estuviésemos navegando en alta mar y nos sorprende una tormenta de grandes dimensiones, intimidante y peligrosa y tenemos que ver como nos sobreponemos a este infierno y prepararnos para salir de la forma más airosa a este panorama cambiante de riesgos, con la diferencia que en la actualidad puede predecirse cuando se forma una tormenta, pero los estragos de dicha pandemia eran impredecibles, y ha acelerado el proceso de transformación digital, la digitalización de documentos, las reuniones virtuales de planificación, formación y de trabajo.
Sin que se vislumbre el final a esta tortuosa travesía, se han evidenciado cambios significativos en nuestra forma de trabajar y de recabar información de nuestros clientes, abriéndose nuevos escenarios de actuación de nuestra actividad, como la revisión de planes de contingencia, de liquidez, etc. pero con limitaciones al reducirse nuestro trabajo de campo, pues no cabe duda que una reunión virtual con los directores financieros difiere sustancialmente de una presencial, y resulta más difícil pillarles en alguna contradicción, lo mismo cabe decir de las relaciones entre los distintos departamentos, puesto que presencialmente se puede observar el comportamiento de los mismos, su colaboración y sus habilidades. Las observaciones de primera mano no se pueden sustituir, y la falta de interacción personal abre escenarios nuevos de fraude. Todo ello requerirá de un aprendizaje arduo, por lo que habrá que poner en valor el talento de nuestros equipos e impulsar una transformación digital y un cambio de mentalidad, pues la tecnología es solo un medio, no un fin, pues lo importante es su manejo, la automatización de procesos y la gestión de la información.      
Tendremos que dotarnos de equipos humanos digitales, al tiempo que se está hablando continuamente de humanización digital, pero volviendo a la resiliencia de nuestra actividad auditora la realidad es que nuestra adaptación es asombrosa puesto que la redacción de las NIA-ES parece como si estuvieran pensadas para cualquier escenario, toda vez que los reguladores no prevén una adaptación de las mismas, sino que somos los profesionales de auditoría quienes para dar cumplimiento a los requerimientos debemos de esforzarnos para ejecutarlos en un escenario de riesgos cambiantes.
En el actual contexto adquiere mayor relevancia la NIA-ES 200 “Objetivos globales del auditor independiente” en la medida que mantener el escepticismo y juicios profesionales se torna en una cuestión fundamental que requerirá evaluar de forma crítica la evidencia de auditoría obtenida, así como la formación de juicios profesionales razonables ante hechos y circunstancias hasta ahora desconocidos. Si ya resultaba complicado ser escéptico ante tasaciones efectuadas por empresas de reconocido prestigio, no digamos ahora la dificultad de formarse juicios profesionales razonables y fundados ante los planes de viabilidad, de liquidez que nos puedan presentar los departamentos financieros. En las actuales circunstancias de incertidumbre, la obtención de evidencia suficiente y adecuada resulta significativa, que puede suponer la aplicación de procedimientos nuevos de auditoría al aumentar el riesgo de incorrección material, toda vez que tendremos que analizar información financiera supeditada a tensiones de liquidez que aumentan los riesgos de fraude si se eluden los controles de la dirección, o si se producen alteraciones en su sistema de control interno, si controles anteriores dejan de ser de aplicación por restricciones a la movilidad o la realización de trabajo virtual.
Como comentábamos anteriormente, nos adentramos en los preliminares del ejercicio 2020 habiendo evaluado el riesgo de empresa en funcionamiento en los anteriores tres trimestres y puede que su evaluación deba modificarse al trabajar en hipótesis sobre los efectos de hechos futuros que desconocemos al no vislumbrase un rápido final de la pandemia, de ahí que nuestro escepticismo adquiera mayor relevancia.
La resiliencia de nuestra actividad profesional no vendrá marcada únicamente por los cambios en nuestra forma de trabajar, sino también por los nuevos encargos que puedan surgir de la respuesta política a nivel europeo de los efectos de la pandemia en forma de fondos muy significativos, y ya veremos como la administración pública española va a canalizar dichas ayudas europeas hacia inversiones generadoras de valor, pues los antecedentes de grandes inversiones tuteladas por el sector público en España no invitan al optimismo. No obstante, dependerá donde estemos sentados los pequeños despachos pues las “big four” ya se han lanzado al negocio de canalizar las ayudas del Fondo de Recuperación de la UE desplegando sus habilidades para hacerlas valer ante nuestros gobernantes. Será preciso que las Corporaciones de auditores hagan valer su peso ante la Administración para que se imponga la verificación de dichas ayudas y que pueda tener acceso todo nuestro colectivo. A nivel autonómico y local se abre un abanico de oportunidades que los auditores no podemos ser ajenos y debemos hacernos sentir y oír para que tengamos acceso a los controles sobre las inversiones que se proyecten en nuestro país.
Rafael Galmés
Socio Eudita Baleares.

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